En la
cúspide de la nueva estructura social, se encontraban los ricos productores
agrícolas, principalmente quienes lograban reunir todas las actividades
relacionadas con el cultivo del café: producción, beneficiado y exportación.
Esto les permitía incrementar sus ingresos y participar más ampliamente en la
política del país
Algunos
de sus miembros eran inmigrantes que habían sido absorbidos por las familias
acaudaladas de la población mediante matrimonios o alianzas comerciales. Los
jornaleros, los peones, los campesinos y los colonos conformaban el estrato
inferior de la sociedad salvadoreña. Se les exigía un alto rendimiento en el
trabajo a cambio de bajos salarios. Estaban conformados por dos grupos étnicos:
los ladinos y los indígenas. Se diferenciaban por sus costumbres. Por ejemplo,
el vestuario; y los indígenas, por su idioma.
En las zonas urbanas surgieron sectores
medios, gracias al desarrollo del comercio. Otros eran profesionales, como
médicos, ingenieros, arquitectos y maestros. Al mismo tiempo, se desarrollaba
el sector artesanal. En las ciudades en crecimiento, se comenzaban a
desarrollar procesos de segregación espacial impuesta sobre la población
trabajadora. Se evidencia en el surgimiento y crecimiento de los barrios
pobres. Los costos del inquilinato, la escasez de viviendas, el hacinamiento y
los problemas sanitarios afectaban, principalmente, a los pobladores de barrios
pobres.
Asociatividad
de los trabajadores Uno de los sectores más importantes entre las clases
sociales de principios del siglo XX es el de los gremios. Su importancia se
basa en el incremento de sus miembros en las ciudades. Estas agrupaciones
buscaban su educación, entre otros aspectos, para ello, establecieron escuelas nocturnas
y crearon la Universidad Popular. Se preocuparon, además, por mejorar sus
condiciones de vida por lo que se esforzaron por erradicar la vagancia, el alcoholismo
y el juego. Uno de ellos: el gremio artesanal surgió en la medida que las
haciendas dejaron de ser autosuficientes y necesitan de los productos de artesanos
como zapateros, sastres, tejedores y otros.
[…] así se trabaja toda la
semana. ¿Qué cosa más justa que bajar el domingo para descansar, para
divertirse? Por
eso desde muy de mañana
bajan los labriegos, limpios, endomingados, decididores, ligeros; dan una
vuelta por la
ciudad mientras se abre el
estanco, y apenas éste despliega sus fauces, entran y beben. Un vaso tras otro,
de pie, o
apenas sentados en bancos
miserables, beben el aguardiente, se embriagan, se embrutecen […]
Fragmento “La calle de la muerte” de El
dinero maldito de Alberto Masferrer
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