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2017/01/14

Los seres vivos

  Antonio Hernandez       2017/01/14

Los seres vivos

Si algo caracteriza a la vida es la gran diversidad de formas en que se presenta. Los distintos tipos de organización celular y la especialización en tejidos, órganos y aparatos o sistemas dan como resultado la existencia de individuos con características diversas entre sí. De esta enorme diversidad surgen dos necesidades: en primer lugar, utilizar un sistema de nomenclatura de uso internacional que permita identificar con claridad a los seres vivos. En segundo lugar, clasificar a estos seres vivos para facilitar su estudio; es decir, agruparlos según características similares.

Nomenclatura de los seres vivos

En el siglo XVIII, el naturalista sueco Carlos Linneo creo un sistema de nomenclatura que ayuda a identificar a todas las especies y, más tarde, a agruparlas y clasificarlas. A este sistema lo conocemos como sistema binomial, ya que, en principio, requiere de la utilización de dos nombres, y es el sistema que seguimos utilizando en la actualidad. Tal y como propuso Linneo, el nombre que recibe cada especie lo conocemos como nombre científico y consta, por tanto, de dos partes: el nombre genérico y el nombre epíteto especifico. A los nombres científicos debemos escribirlos siempre en cursiva (solo cuando no sea posible usar la cursiva escribiremos con subrayado). A la inicial del nombre genérico la escribimos siempre con mayúscula, mientras que al epíteto específico lo escribimos con minúscula. Por ejemplo, el nombre científico del jaguar es Panthera onca y el del cóndor es Vultur gryphus.

Al nombre genérico lo podemos utilizar por si solo cuando hacemos referencia al conjunto total de especies que pertenecen al
Mismo género. Por ejemplo, tanto el caballo\ como la cebra pertenecen al género Equus. Sin embargo, el epíteto específico no sirve como identificador por si solo y no lo podemos utilizar sin el nombre genérico. De hecho, existen especies que tienen el mismo epíteto específico y no tienen ningún parentesco
como Drosophila melanogaster, la mosca del vinagre; y Thamnophis melanogaster, una culebra semiacuatica. Al epíteto específico lo solemos utilizar para indicar alguna característica de la especie; en este caso, melanogaster significa ‘vientre negro’. En el caso del romero (Rosmarinus officinalis) y el toronjil (Melissa officinalis), el epíteto especifico officinalis indica que lo usábamos en medicina y lo encontrábamos en herbolarios.

La primera vez que escribimos el nombre científico de una especie, debemos escribirlo completo, pero si repetimos el nombre en el mismo contexto y no puede haber lugar a equivocación, podemos acortar el nombre indicando únicamente la inicial del nombre genérico. Así, al elefante africano, Loxodonta africana, también lo podríamos escribir: L. africana.

En algunas ocasiones, una misma especie puede estar formada por poblaciones muy similares genéticamente, pero con alguna diferencia. En este caso, hablamos de subespecies. Por ejemplo, la planta Vella pseudocytisus consta de dos subespecies: Vella pseudocytisus subespecie pseudocytisus y Vella pseudocytisus, subespecie paui.

El sistema binomial de nomenclatura científica permite, además de identificar a cada especie con un mismo nombre en todo el mundo, ayudar a la clasificación en distintos grupos o categorías conocidos como taxones.

De esta forma, un grupo de individuos de géneros similares pueden agruparse dentro de la misma familia, e individuos de familias similares dentro del mismo orden. Siguiendo este patrón, existen también otros taxones como clase, filo, reino y dominio. Por ejemplo:

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