Es un cambio económico fundamental en la
fabricación de productos elaborados, ya que empieza a utilizarse la máquina.
Surgió a finales del S. XVIII en Gran Bretaña y acabó por extenderse por toda
Europa primero, y por todo el mundo después, a lo largo del S. XIX. Sus
principales características fueron la aparición de la máquina, las innovaciones
tecnológicas, la utilización de nuevas fuentes de energía, la organización del obrero
en fábricas, la necesidad cada vez más grande de capital y la división del
trabajo.
La Primera
etapa de la Revolución Industrial se
inició en torno a 1780 en pequeños núcleos dentro de países europeos, pero el
modelo por excelencia es Gran Bretaña. De lo primero que debemos hablar es de
la revolución agrícola. En Gran Bretaña en esta época cambió el sistema de
cultivo (Norlfolk), de rotación cuatrienal en la que desaparece el barbecho al
utilizar las plantas leguminosas. Tras la ley de Cercamientos, se cercan los
campos y aumentan las grandes propiedades desapareciendo las propiedades
comunales. Esto lleva a un aumento de la producción, lo que implica una mejora
en la alimentación. A partir de aquí, se pasa del ciclo demográfico antiguo al
moderno, gracias también a las mejoras en la higiene, las vacunas, la
desaparición de la peste negra, etc… Las consecuencias fueron el aumento de la
demanda y de la mano de obra, lo que nos lleva a la revolución de la industria.
En la industria textil, el algodón sustituyó a la lana. Además, se van
introduciendo mejoras en el hilado y en el tejido, hasta que por fin aparece el
telar mecánico (Cartwright). Las consecuencias fueron una disminución de los
costes y un aumento de la producción. La industria textil, al igual que la
ferroviaria, necesitaban grandes cantidades de hierro y carbón, lo que hace que
se desarrollen de forma espectacular las industrias minera y siderúrgica. En
los altos hornos empieza a utilizarse el coque para obtener hierro fundido, que
posteriormente se somete a un proceso de pudelaje y laminado. La aparición del
ferrocarril provocaría la revolución de los transportes y, posteriormente, del
comercio, fomentada por los nuevos descubrimientos geográficos.
Todo lo anterior produciría un cambio en el sistema
económico, ya que la necesidad de capital era cada vez mayor, lo que provocó la
aparición del capitalismo
industrial. La ideología del capitalismo es el liberalismo de Adam Smith,
que se basa en la no intervención del Estado y en la siguiente afirmación: “La
búsqueda del beneficio individual nos llevará a conseguir el beneficio de la
sociedad”. La palabra clave es individualismo.
Durante el capitalismo industrial había gran
cantidad de pequeñas empresas (empresas familiares), que podían autofinanciarse,
aunque cada vez iban a tener más necesidad de capital. Los medios de producción
eran de propiedad privada y se concentraban en manos de la burguesía. El
proletariado no tenía ninguna propiedad, sólo la fuerza de su trabajo, que
vendía a cambio de un salario. Además, era necesario que los trabajadores
generasen un excedente, es decir, que produjesen más de lo que ganaban, ya que
esto es el elemento esencial en el beneficio capitalista. Este beneficio es el
principal objetivo del capitalismo. Además, se defienden la libre competencia y
la no intervención del Estado, ya que todo está regulado por la ley natural de
la oferta y la demanda. Para hacer frente a esa competencia, les empresas
intentan reducir costes y precios, teniendo siempre en cuenta la renovación
tecnológica para no quedarse desfasadas. Pero esto no es perfecto: cada cierto
tiempo se suceden crisis provocadas por la sobreproducción, ya que no hay
suficiente capacidad de compra. Sólo los empresarios más fuertes conseguirán
superar la crisis y volver a generar demanda. Para todo lo anterior se necesita
capital. Las inversiones realizadas eran relativamente pequeñas y los
beneficios muy altos, por lo que las empresas podían autofinanciarse gracias a
los capitales desviados del comercio y de los ahorros de pequeños propietarios
agrícolas. Pero cada vez se necesitaba más capital para que las empresas
mejoraran técnicamente, por lo que éstas se transformaron en sociedades
anónimas y emitieron acciones u obligaciones. El capital de la empresa es fraccionado
en partes (acciones), que son vendidas al público. Cada accionista es
propietario de la empresa en una parte proporcional al número de acciones que
posee y recibe la parte, también proporcional, de los beneficios de la empresa
(dividendos). Si las empresas no quieren aumentar el número de propietarios,
tienen la posibilidad de emitir obligaciones,
que dan a los compradores un interés anual fijo hasta la amortización del
capital que han aportado. Tanto las acciones como las obligaciones se cotizan
en la Bolsas.
Por otra parte, los bancos alcanzaron más
protagonismo a partir de la industrialización, aunque cobrarían más importancia
durante la Segunda Revolución Industrial (capitalismo monopolístico). Había dos
tipos de bancos: los bancos de inversión, especializados en préstamos a largo
plazo y partícipes del capital de la empresa, y los bancos de depósito, donde
se guardaban los ahorros de los particulares. Las entidades financieras se
convirtieron en los suministradores de capital para las industrias, aunque se
refleja más claramente en la segunda fase de la Revolución. Además, idearon
sistemas para agilizar las transacciones (letras de cambio, cheques, etc...) y
facilitaron los cambios con la emisión del papel moneda.
La segunda
etapa de la Revolución Industrial comenzó
hacia 1870 en zonas como Francia, Bélgica, Alemania, EEUU y Japón. En esta fase
se produjo una transformación en las bases económicas. Comenzaron a utilizarse
nuevas fuentes de energía como el petróleo, la electricidad y el gas natural. Además,
se empezaron a usar nuevos metales como el níquel, el aluminio, el cobre y el
acero (hierro + carbono). El acero no se había utilizado mucho hasta ahora
porque su obtención era muy costosa. Pero a partir de ese momento, nuevos
hornos como el convertidor de Bessemer harían mucho más barato este proceso.
La industria característica de esta época es
la industria química, productora masiva de sosa cáustica, abonos, explosivos
(dinamita - Nobel), derivados del caucho (neumáticos Dunlop o Firestone), leche
pasteurizada y condensada (Nestlé), medicinas, etc... Pero estas innovaciones
ya no eran ideadas por gente sin cualificar, sino por científicos y técnicos
tras largos estudios previos. Además, todo esto repercutiría mucho más en la
vida cotidiana de las personas que las innovaciones de la Primera Revolución
Industrial, por lo que la población tuvo que empezar a acostumbrarse a ellas.
Aunque la mayoría de las personas seguían
dedicándose al sector primario, el sector servicios experimentó un gran desarrollo.
Aparecieron más oficinas (máquina de escribir), compañías de seguros, tiendas,
etc... Además, aunque muy lentamente, la mujer fue incorporándose al mundo
laboral.
Aparte de esto, las comunicaciones y los
transportes siguieron desarrollándose. Aparecieron la bicicleta, la
motocicleta, el automóvil (motor de explosión - Daimler, Benz, Diesel), el
tranvía, el avión (hermanos Wright), etc... En el campo de las comunicaciones
nos encontramos con el telégrafo (Morse), el teléfono (Graham Bell), la radio
(Marconi), etc... Con respecto a la imagen y el sonido se inventan el micrófono
y el fonógrafo (ambos de Edison), la fotografía, el cinematógrafo (hermanos
Lumière), etc...
En la Segunda Revolución Industrial se
ensayaron también nuevas formas de organizar la producción y el trabajo dentro
de las empresas, como el Taylorismo (división del trabajo) y el Fordismo
(cadenas de montaje). Como consecuencia, se comenzó a producir en masa y se
empezaron a elaborar productos estándares, necesitándose una mano de obra poco
cualificada (mujeres, niños). Por otra parte, los antiguos maestros de los
talleres eran sustituidos por ingenieros, ejecutivos y contables
profesionalizados.
En esta etapa de la Revolución aumentó la
necesidad de capital en las empresas. Esto unido a todos los cambios explicados
anteriormente produjeron la evolución del capitalismo, que pasó de llamarse
capitalismo industrial a llamarse capitalismo
monopolístico. En esta fase, la necesidad de capital era aún mayor y las
empresas aumentaron de tamaño. Las empresas individuales dejaron paso a las
sociedades anónimas. Las pequeñas empresas no podían superar las crisis, por lo
que se vieron obligadas a fusionarse con otras empresas. Los objetivos de estas
fusiones eran fijar precios y reducir la competencia. La concentración
empresarial podría clasificarse en horizontal (empresas que trabajan en el
mismo ramo productivo) y vertical (sociedades de actividades complementarias).
Financieramente, los convenios industriales se podrían clasificar en cártel, trust
y holding. El cártel consiste en una asociación de empresas
que establecen acuerdos para reducir o eliminar la competencia en el mercado de
un determinado producto y obtener así un beneficio. El trust es el resultado de la fusión de varias
empresas con la pérdida de su independencia productiva, comercial y jurídica
para crear otra nueva empresa. Las acciones de la empresa resultante se
reparten entre los nuevos socios según el valor de sus antiguas industrias. El holding es una sociedad financiera que posee
participaciones en el capital de diversas empresas y que controla su actividad.
Es utilizado principalmente por los bancos. Por último, también es necesario
citar el monopolio, una
situación del mercado en la que el fabricante o distribuidor tiene poder de
mercado, es decir, tiene poder para fijar los precios, en los que los
consumidores no pueden influir. En este caso, la competencia ha sido totalmente
eliminada.
La revolución tecnológica y la gran expansión
del mercado provocaron que aumentara la necesidad de capital. Este crecimiento
económico estuvo acompañado por un aumento de los medios monetarios disponibles
y de una circulación más rápida de la moneda (transacciones bancarias). Además,
empezaron a aparecer los cheques, las letras, etc..., lo que disminuyó la
circulación de billetes.
Los bancos experimentaron también un proceso
de concentración paralelo al de la industria formándose poderosos grupos
bancarios a nivel mundial.
Como hemos dicho antes, la necesidad de
capital de las empresas era cada vez mayor, por lo que estaban obligadas a
disponer de un banco o grupo de bancos que se lo garantizase. En esta
situación, los bancos querían vigilar la marcha de las industrias, por lo que
entraron a formar parte de las tareas de gestión. De igual forma, los
empresarios querían estar representados en los bancos para controlar las
inversiones. De esta fusión entre las empresas y los bancos nació el
capitalismo financiero o monopolístico. Se le llama así porque es un sistema
que tiende al monopolio al concentrarse el poder económico en manos de un
pequeño grupo de grandes empresas cuyos objetivos son ejercer un control sobre
el mercado, eliminando así la guerra de precios y, en definitiva, la
competencia. Su último objetivo sería acabar con las crisis de sobreproducción.
Como podemos ver, durante todo este período
se producen una serie de cambios que tienen mucho que ver con la situación del
mundo actual.
La Tercera Revolución
Industrial: revolución científico-tecnológica o revolución de la inteligencia (RCT),
es un concepto y una visión esbozados por Jeremy Rifkin y
avalados por el Parlamento Europeo, en una declaración formal aprobada en junio de
2006. A lo
largo de la historia, las transformaciones económicas ocurren cuando convergen
las nuevas tecnologías de la comunicación con los nuevos sistemas de energía.
Las nuevas formas de comunicación se convierten en el medio de organización y
gestión que las civilizaciones más complejas han hecho posible mediante las
nuevas fuentes de energía. La conjunción de la tecnología de comunicación de
Internet y las energías renovables en el siglo XXI está dando lugar a la
llamada Tercera Revolución
Industrial.
1. El cambio a energía renovable 100%.
2. La conversión de edificios en plantas de energía.
3. Las baterías recargables, el hidrógeno, y otras tecnologías de almacenamiento
de energía.
4. Tecnología smart grid o de red de
distribución de energía eléctrica “inteligente”.
5. Transporte basado en el vehículo eléctrico (vehículos todo-eléctricos, híbridos enchufables o híbridos eléctricos regulares) y de pilas de combustible, utilizando como
energía de propulsión la electricidad renovable.
Características
de la primera y segunda etapa de la revolución industrial
La Revolución Industrial fue inicialmente impulsada y promovida por
la máquina de vapor; su introducción en la industria transformó
el medio en la herramienta que desarrolló y consolidó la llamada Primera Revolución Industrial .
En la primera década del siglo XX, la energía eléctrica convergió con el
motor de combustión interna, propulsada por combustibles fósiles, principalmente de derivados del petróleo, dando
lugar a la llamada Segunda Revolución Industrial. La electrificación de las fábricas inició entonces la era de la producción masiva de bienes manufacturados, siendo el más
importante de ellos el automóvil. Henry Ford comenzó
a producir en masa el coche de motor de gasolina Modelo T, alterando la
dinámica espacial y temporal de la sociedad, sin perjuicio de la falta de
sostenibilidad que iba a ocasionar el transporte individual mediante motor de
combustión.
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